– No me lo pregunte –dijo Ojos de Búho, lavándose las manos a propósito del accidente–. No tengo mucha idea de lo que es conducir, casi ninguna. Ha sido, y eso es todo lo que sé. 

– Pues si no conduce bien, no debería conducir de noche.

Este fragmento de la novela El Gran Gatsby, obra maestra de Scott Fitzgerald, evidencia el riesgo que acarrea ponerse al volante al caer el sol.

Sin embargo, por otra parte, el embrujo de la noche regala momentos de reflexión, tranquilidad e inspiración, de modo que hay quien adora conducir cuando la oscuridad se cierne sobre la urbe, sin apenas tráfico, con los destellos de la ciudad al compás; o acaso en medio del silencio en un ámbito más rural, serpenteando carreteras de montaña a deshoras, pese a que el coche —visto a lo lejos— se convierta una especie de luciérnaga inmersa en el insondable paisaje vial. Sea como fuere, he aquí unos consejos o tips para viajar con seguridad bajo la luz de la luna.

Claves de seguridad vial con nocturnidad y alevosía

Los datos avalan esa percepción que cualquiera de nosotros pueda tener: por la noche se producen un gran número de accidentes. Para Ernesto Nava, director de la Escuela de Conducción del Real Automóvil Club de España (RACE), «conducir de noche es más difícil porque hay una menor visibilidad”.

De ahí la importancia de tener en cuenta una serie de consideraciones antes de ponernos al volante cuando ya ha caído el sol: 

– Primera clave: ver y ser vistos. «Es el axioma de la conducción nocturna», vuelve a recalcar Nava. Una realidad universal. Si vamos a ciegas, malamente, cantaría Rosalía. Conclusión: hay que comprobar todas las luces, no llevar ninguna fundida, tener los cristales limpios, regular todos los retrovisores y cotejar que la altura de los faros no deslumbre o moleste al resto de conductores. Lo del uso correcto del alumbrado, código de la circulación mediante, lo damos por supuesto desde que dijimos adiós a la autoescuela.

– ¿Sabías que la agudeza visual al volante —según los optometristas— disminuye hasta un 70% por la noche? También se pierde la noción exacta de la profundidad, así que la segunda sugerencia sería cuidar y mimar nuestra vista con frecuencia. En general. Porque, además, queda mucho por ver en esta vida, seguro.

– Tercer aviso relevante: hay que aumentar la distancia de seguridad con el vehículo que nos precede con respecto a un desplazamiento de día y, por descontado, amoldar la velocidad a las condiciones del asfalto, la iluminación del lugar y el tiempo meteorológico. Máxima cautela, en resumidas cuentas. Ojo con el acelerador. ¡Los cinco sentidos alerta! Y el sexto, aún más: el sentido común.

– ¿Y qué tal recordar también esas medidas quizá de perogrullo que nos ahorrarán más de un disgusto? ¡Vayamos al lío! El descanso resulta vital, máxime a horas intempestivas que requieren más esfuerzo y atención. Y las paradas —cada una o dos horas— para estirar las piernas y despejar la mente, igual. Ante cualquier síntoma de agotamiento —bostezos, picor de ojos, vista cansada, fatiga muscular o lagrimeo—, buscamos un área para reposar un rato antes de reemprender la marcha. Que no nos dé pereza frenar precisamente para desperezarnos. Entre tanto, durante los viajes nocturnos conviene mirar más de lo normal los espejos, anticipar cualquier sorpresa en el recorrido, ventilar el automóvil de vez en cuando y sintonizar música adecuada, que no adormezca ni abstraiga demasiado. También hay que afinar y extremar las precauciones a la hora de efectuar una maniobra de adelantamiento. Y consultar, antes de arrancar, el clima que nos aguarda en nuestro periplo bajo las estrellas. Sí, son perogrulladas, pero en ocasiones las olvidamos y pueden volverse letales.

Recordemos: los cinco —¡seis!— sentidos, siempre alerta.

– En caso de avería, calma, ante todo. Aquí toca señalizar bien la situación de emergencia. Es de importancia capital. La inmovilización del automóvil, el empleo del chaleco reflectante y la colocación de los triángulos de preseñalización salvan vidas. Tal cual.
– ¿Y qué significa —por curiosidad y prevención— la llamada «hipnosis de la carretera»? Como apuntan desde la DGT, se trata de una sensación que atrapa a veces al conductor o conductora ante «la monotonía de los trayectos» con rectas largas o trazados suaves, dada la pérdida de visión que se produce de noche, hasta

de un 20 por ciento frente a la capacidad diurna. Un remedio, aparte de ir descansado, consiste en no fijar la mirada continuamente en un punto, sino trazar barridos eventuales de un lado a otro.

El mismísimo Alfred Hitchcoock aseguró que su verdadero miedo al volante no era ser parado por la policía, sino perder el control del vehículo. El director creaba escenas de terror partiendo de situaciones cotidianas y, preguntábamos, ¿qué es «más cotidiano para muchas personas que conducir»? Ahí queda.


Definitivamente, todo está en los clásicos, como en El Gran Gatsby, por ejemplo. Y hay que recordarlo. Y disfrutar cada viaje con la mayor garantía de seguridad. Que la noche no nos confunda al volante.


Artículos relacionados
9717 Views

Consejos para conducir con nieve

Con hielo o nieve, ¿es mejor conducir con marchas largas o cortas? Si tienes