Lo mecánico está cambiando hacia lo electrónico, y cada vez se necesitan nuevas habilidades para arreglar o saber qué ocurre en un vehículo.

Algunos mecánicos ya lo dicen: “Parece que, en lugar de coches, reparamos electrodomésticos”. Y llevan razón: los automóviles han cambiado considerablemente desde su origen, pero en los últimos años el salto ha sido espectacular. De aquellas piezas que se reparaban a base de teoría aprendida y buena maña, se ha ido evolucionando a sistemas que combinan la tecnología con lo analógico. O que tiran más de lo primero que de lo segundo. Por eso, aunque se sigan manteniendo elementos clásicos y sirvan los aprendizajes imperecederos, enfrentarse a un automóvil nuevo tiene que ver más con descifrar el funcionamiento de un aparato digital que con apretar una tuerca.

Hemos pasado del destornillador al chip. Las averías ya no solo se miden en daños físicos, sino en cables que no realizan su labor o en piezas minúsculas donde falla un circuito. El especialista y amante de la automoción Rubén Fidalgo explica esta mutación desde que, a finales de los años 60, se presentó el Volkswagen Typ 3. Este vehículo, puntualiza, fue el pionero porque “tenía el primer sistema de inyección electrónica de gasolina y es el que empezó a allanar el terreno” para darse cuenta de que “dominar los electrones es más importante que saber usar una llave fija”.

Fidalgo ha sido consejero en asistencia técnica y gerente de concesionario, así que considera que “ha visto el toro desde la barrera” en esta evolución y comprueba que, ahora, “el trabajo de mecánica es mucho más complicado”. “Es cierto que los automóviles actuales tienen sus propios sistemas de diagnosis integrados y que toman nota de todas las anomalías que en ellos suceden, pero el problema es que hay que entender bien cómo razona el coche para saber diagnosticarlo bien”, arguye.

Según añade, la base fundamental de un buen mecánico en la actualidad es saber, precisamente, emitir un veredicto adecuado. Y esto pasa por un procedimiento que antes no existía. El primero, conectar la máquina de diagnosis al ordenador de a bordo y ver qué marca. Pero, además, hay que conocer el coche. Entender el motor y otros componentes para percatarse de errores que las máquinas no solucionan (y menos mal, porque, si no, estaríamos ya en ese futuro más que probable en el que los robots sustituyeran a los humanos).  El especialista describe algún caso de cómo la centralita, ese “cerebro electrónico” que creemos infalible también se equivoca. E insiste en que la profesión cada vez se vuelve más compleja.

Tal progreso hace que quien quiera dedicarse al oficio tenga algunas “virtudes”, indica el profesional, que detalla esos nuevos retos. “Un mecánico ha de tener conocimientos de electrónica. Antiguamente, le bastaba con saber lo que era una batería, una dinamo y un interruptor para dominar la mecánica y la electricidad de un coche. En la actualidad, es la electrónica la principal causa de averías en los coches y es prioritario dominarla”, señala en uno de los artículos al respecto que ha escrito.

“La mecánica de los coches es cada vez más fiable. Hoy en día son poco frecuentes averías que antes estaban a la orden del día. Apenas se rectifican motores, la dirección asistida ya no falla porque se rompa una simple correa (ahora son eléctricas), etcétera. Son los fallos electrónicos y la multitud de sistemas auxiliares que tienen los coches los que más problemas están dando. Para reparar un coche en la actualidad es necesario tener un enorme arsenal electrónico”, incide, enumerando más problemas derivados de este cambio, como saber introducir los códigos de los coches que se encienden con el método de start and stop.

“No quiero decir que la profesión de mecánico vaya a desaparecer, pero, desde luego, ya está cambiando y todavía lo hará más”, arguye. “Por otro lado, las nuevas tecnologías son una alternativa de negocio, porque habrá que repararlas; y aquí es donde está mi primer consejo: especialízate”, anuncia el amante de la automoción. Una de estas especializaciones sería, por ejemplo, en los coches automáticos.

Mercado “en clara expansión”, según Fidalgo, sería un buen nicho. “En Estados Unidos son mayoría desde hace décadas, pero en Europa es ahora cuando están en clara expansión. De apenas un 2% hace cinco años, el mercado actual de versiones automáticas roza el 20%, casi se ha multiplicado por 10. Saber diagnosticar y reparar cambios automáticos tiene futuro. Lo complicado es que hay varios tipos de cambios automáticos: robotizados, de convertidor de par, de variador continuo de doble embrague… y, además, requieren de maquinaria especial bastante cara para su reparación”, apunta. También recomienda, por supuesto, estudiar inglés o los avances más recientes en el ámbito tecnológico.

Otra vía para enfocarse serían los vehículos híbridos y eléctricos. “Cierto que son más fiables y tienen menos averías, pero las tienen; y en la actualidad apenas hay talleres especializados. Aunque no haya mucha demanda, tampoco hay oferta, así que es una buena alternativa”, anota. Continúa con la comprobación de sensores para coches autónomos (“Aunque son más lejanos, los automóviles equipan cada vez más asistentes a la conducción”, aclara) o la tecnología de realidad aumentada.

“Con ella, los operarios de los talleres tendrán una representación virtual de lo que deberán ir haciendo en cada paso. Por ejemplo, si el coche tiene un fallo en el módulo del navegador, se le mostrará en imágenes el orden en el que deberá ir desmontando y comprobando los elementos. Además, el sistema le dirá que responda a una serie de cuestiones. Si en un paso nos pide que comprobemos si llega alimentación a un cable, habrá que responder sí o no. En función de nuestra respuesta, la guía seguirá un procedimiento u otro, según corresponda”, especifica. Lo dicho: la mecánica ahora es muy distinta a la de tan solo unos años atrás. Y los coches todavía no son frigoríficos o impresoras, pero cada vez se les parecen más.

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