Todos somos médicos, entrenadores de fútbol, politólogos e incluso expertos en urbanismo. Valga la ironía, claro. ¿Quién no ha visto alguna vez en la carretera una infraestructura nueva y, quizá en medio del atasco por la incomodidad que acarrea toda obra, ha despotricado en voz alta? «¿Qué necesidad?», «¿Otra rotonda?«, «¿No había otra fecha para esto?”. Seamos más pacientes y optimistas: se trata de mejorar la movilidad y la seguridad vial de las metrópolis. Un objetivo loable que va desde la Atenas de hace 2.400 años hasta nuestros días. «Es imposible separar la vida y el diseño de una ciudad del intento de comprender, experimentar y construir la felicidad para ofrecerla a la sociedad», escribe Charles Montgomery en Ciudad feliz. Transformar la vida a través del diseño urbano (Capitán Swing). 

¿Sabíais que el alcalde de Bogotá creó una red de autobuses de lujo para conseguir más usuarios del transporte público? ¿Y que París reconvirtió sus autopistas urbanas en playas? ¿Conocéis  la historia del arquitecto que se inspiró en la Toscana medieval para reformar Nueva York? ¿Y la de Lakeman, el vecino de Portland (EEUU) que fundó City Repair, organización no gubernamental que transformó —contraviniendo la cuadrícula del plano original— el paisaje físico pero también psicológico de la urbe? Son algunos ejemplos del libro de Charles Montgomery, que afirma: «Nuestro reto se encuentra en el modo de construir, pero también en la forma de repensar el entorno». Y zanja: «Los adalides de la ciudad feliz ya han comenzado a mostrarnos el camino».

Y ahora viajemos rápidamente en busca de una mayor seguridad vial.

«Nuestro reto se encuentra en el modo de construir, pero también en la forma de repensar el entorno»

Tecnología, factor humano y mantenimiento

La Asociación de Constructores Europeos de Automóviles (ACEA), que representa a los 15 mayores fabricantes de coches, furgonetas, camiones y autobuses con sede en Europa, trabaja con las distintas instituciones y la industria del sector para investigar, regular y promover la automoción en el viejo continente. Líder tecnológico internacional, la entidad brinda información de referencia sobre seguridad vial en la web RoadSafetyFacts.eu.

Desde ACEA, entre otras reflexiones, plantean la importancia de la planificación urbana como actuación preventiva. Y apuntan: «A pesar de que el tráfico se triplicó, la seguridad vial en la Unión Europea ha mejorado significativamente en los últimos 30 años. Sin embargo, las muertes en carretera deben reducirse aún más, con la visión de trabajar para lograr cero muertes por accidentes en el futuro». 

Los datos que aportan resultan incontestables: mientras en 2001 se registraban unos 54.900 fallecimientos por siniestralidad, en 2017 la cifra bajaba a 25.300, teniendo en cuenta que el número de turismos aumentó en unos 60 millones durante ese mismo periodo —de 200 a 259, 7 millones—. Un relativo éxito —unido a que «la Unión Europea posee las carreteras más seguras del mundo», aseguran— que no debe frenar la concienciación social para seguir avanzando en esta dirección. La fórmula: «garantizar que los vehículos seguros serán conducidos por conductores seguros en carreteras seguras». Una simbiosis, por tanto, de tecnología, factor humano y mantenimiento de las infraestructuras. Todo suma.

¡Atención, obras! Mejoras en el diseño

Desde la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles recalcan aspectos del diseño urbano cruciales para menguar los índices de siniestralidad: señales de tráfico confusas, líneas de separación de carriles que se aprecian mal, asfalto en mal estado o superficies peligrosas. En este sentido, consideran el urbanismo como un pilar fundamental para facilitar la circulación y, en consecuencia, optimizar la felicidad ciudadana. Por ejemplo, las calzadas que buscan amainar los llamados cuellos de botella y descongestionan el tránsito redundan no solo en la paciencia colectiva, sino en la seguridad vial. ¿Alguien imaginaba que colocar rotondas en los cruces favorecería la conducción? Hoy por hoy, este recurso está a la orden del día frente a la señalética desaforada de otras épocas, que implicaba una mayor atención y, por tanto, se prestaba a más distracciones del conductor o conductora con desenlaces poco recomendables. Detalles que se van aprendiendo con experiencia.

«La planificación urbana también debe considerar la seguridad vial», sentencian rotundamente desde ACEA.

Otro elemento de importancia capital a la hora de acometer mejoras recae en la calidad del firme empleado. Si el pavimento se deteriora, puede dañar el coche e incrementar el riesgo de accidentes. Igualmente, señalan los expertos, el tipo de vía aporta beneficios o contraindicaciones en aras de una movilidad más o menos vulnerable. Por ejemplo, las autopistas con varios carriles resultan estadísticamente más seguras —pese a conllevar una mayor velocidad al volante— que las autovías o autopistas de dos carriles.

La felicidad al volante

Fomentar desplazamientos más seguros y cómodos forma parte del ideario de las ciudades felices. Pero también depende —de nuevo, el factor humano— de la sensación de quienes van al volante por estos lares. No solo el urbanismo marca el ritmo: mención especial a la industria del motor. En cuanto al diseño del propio automóvil, que va más allá de sus prestaciones o la belleza del modelo, desde ACEA abogan por priorizar los llamados «sistemas de seguridad activa» y no solo los pasivos. «Sencillamente, porque puede brindar mayores beneficios y evitar los accidentes en vez de aminorar solo los efectos de una colisión», valoran.

Sí, ¿pero esto qué es? Como definen desde el Club Europeo de Automóviles (CEA), la seguridad activa se refiere al «conjunto de todos aquellos elementos que contribuyen a proporcionar una mayor eficacia y estabilidad al vehículo en marcha, y en la medida de lo posible, evitar un accidente». En otras palabras, los frenos, la dirección, los neumáticos, la suspensión, las luces o el control de estabilidad. Mientras, por otra parte, la seguridad pasiva se define como «los elementos que reducen al mínimo los daños que se pueden producir cuando el accidente es inevitable». Tales como el cinturón, los airbags, el chasis, la carrocería, los cristales o el reposacabezas.

Por no hablar de la inteligencia artificial aplicada a la conducción o la tendencia irrefrenable a la conectividad. Una revolución tecnológica que, además de aportar dosis de felicidad sobre ruedas, quiere acabar con la siniestralidad. Sin duda, un viaje largo, con sobresaltos, altibajos, ensayos, errores y sin billete de vuelta. Una simbiosis de factores para sentirnos más felices tanto en la urbe como al volante.

Pero, al fin y al cabo, de eso trata la felicidad. Como la utopía de Galeano, está en el horizonte; y, ojalá, cada vez más próximo.

“La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos
y el horizonte se mueve diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso: sirve para caminar.»

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