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Si antes eran los coches y vehículos a motor los amos de las calles, ahora el reino está repartido entre ellos y las bicicletas. Evidentemente, a medida que se han ido creando cada vez más carriles bici para facilitar su circulación por ciudades y carreteras, ha aumentado también el riesgo de accidentes de tráfico, especialmente en los cruces. De ahí que se hayan desarrollado nuevas rotondas e intersecciones que protejan a ciclistas y a peatones cuando han de cruzar, y ayuden a los conductores a visibilizarlos en estos puntos conflictivos, mejorando, de paso, la circulación.Inspiradas en las rotondas holandesas, en Estados Unidos están implantándose cada vez más las intersecciones protegidas, que están diseñadas para separar físicamente a peatones, bicis y vehículos a motor. A pesar de su aparente diseño complicado, lo cierto es que la idea parece estar funcionando. Según la National Association of City Transportatio Officials (NACTO), un estudio realizado en Nueva York determinó que el número de accidentes entre vehículos a motor y ciclistas en este tipo de cruces era menor que en aquellos con un carril exclusivo de giro y señales específicas para bicicletas.
La razón es que, en este tipo de intersecciones, los coches se ven obligados a reducir drásticamente su velocidad en los giros, se mejoran los ángulos de visión y se reduce enormemente la distancia y el tiempo en el que peatones y ciclistas están expuestos al peligro de accidentes. Esos buenos resultados se dejaron ver, por ejemplo, en San Francisco, donde un diseño de intersección protegida consiguió que el 98% de los conductores cedieran el paso a los ciclistas, y el 100% a los peatones.
Cómo funciona una intersección protegida
El punto principal en el diseño de este tipo de cruces es que los carriles bici están separados del tráfico convencional. Es decir, en un cruce normal, coches y bicis esperarían juntos en la calzada; en una intersección protegida no ocurre así, y unas isletas obligarían a los vehículos a motor a rodear la zona de seguridad. Además, los ciclistas que circulan por estos carriles bici no se ven obligados a incorporarse al tráfico cuando estos acaban, sino que disponen de una vía exclusiva en esa intersección y tienen la preferencia de paso sobre los vehículos a motor que giran.
Esa separación entre ambos carriles facilita la visibilidad de los ciclistas para los conductores que giran, en comparación con las intersecciones convencionales.
Por otro lado, las isletas ubicadas en las esquinas estrechan el ángulo de giro de los vehículos a motor, obligándoles a reducir la velocidad hasta los 15 o 16 km/h. Y sirven, a su vez, para que las bicis se sitúen en ellas para esperar mientras cruzan los peatones. En resumen, las intersecciones protegidas crean cruces más cortos y sencillos, movimientos más predecibles y mejor visibilidad entre ciclistas y conductores. Como resultado, la intersección es más cómoda y segura para las personas que utilizan el carril bici y el paso de peatones.
Intersecciones protegidas en Estados Unidos
Aunque están pensadas para ubicarse en las grandes áreas metropolitanas, estas intersecciones protegidas pueden situarse también en zonas universitarias y destinos vacacionales, donde la circulación de bicis y el número de peatones pueden ser significativamente mayores.
El College Station, sede de la Universidad A&M de Texas, implantó la primera variante no señalizada de Estados Unidos. Un año antes, en Austin (Texas), se crearon un par de cruces protegidos dentro de la ciudad.
Más recientes son las creadas en San Luis Obispo, en la costa central de California, y el de Seattle. Y en agosto se terminará el planeado en Eugene (Oregón).