Sabemos de sobra que estar en plena forma es fundamental para una actividad como conducir. Teniendo en cuenta las posibles eventualidades a las que se enfrenta uno en un vehículo, mantener los reflejos a tope o preocuparse por ciertos aspectos de nuestro organismo antes de agarrar el volante es una tarea obligada para garantizar la seguridad vial. No nos referimos solo al efecto que drogas o alcohol pueden provocar en nuestro comportamiento, sino a la relación entre enfermedades y conducción. Dolencias que no relacionamos tanto con el peligro en la carretera, pero que inciden directamente en la seguridad vial

Todos nuestros sentidos son vitales para lanzarnos al coche –y está de más indicar que si tienes alguno mermado, has de extremar las precauciones–, pero hay dos enfermedades menos visibles que también pueden condicionar la conducción y poner en peligro la seguridad vial.

¿Cuáles? Una de ellas es la diabetes, posible causante de hipoglucemias severas o problemas de visión por cataratas o retinopatías. En un estudio presentado por la Dirección General de Tráfico (DGT) se concluye que esta situación aumenta entre un 12 y un 19% el riesgo de tener un accidente, ya que una bajada de los niveles de azúcar en sangre empuja a un deterioro de la función psicomotora.

Otra amenaza para la seguridad vial es la hipercolesterolemia o presentar un colesterol alto. A esta sustancia relacionada con achaques cardiovasculares hay que vigilarla de cerca antes de darle al acelerador. Conocida como una enfermedad silenciosa, que solo dispara cuando ya está instalada, el colesterol provoca tensión arterial y puede desembocar en trombosis de corazón, derrames cerebrales o infartos. Esto, obviamente, pone en entredicho la capacidad de conducir con normalidad. Por eso, estas dos enfermedades –unidas, claro, a otros factores temporales como la falta sueño, el estado de articulaciones y músculos o incluso los registros de estrés– parecen secundarias. A la hora de tomar asiento, enfermedades y conducción tienen una vía prioritaria que despejar y a la que prestar atención. 

Escribe Alberto García

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