La red de carreteras que se extiende a lo largo y ancho del planeta da fe de los parámetros de nuestra existencia y refleja la evolución que ha tenido nuestra forma de vivir. Los cerca de 65 millones de kilómetros de vías rodean el planeta, corriendo a través de llanuras y bosques, y atravesando montañas, ríos e incluso, a veces, el mar. Aunque algunas llevan milenios con nosotros, se han convertido en una pieza indispensable de la vida moderna. Ahora, la ecología de carreteras se pregunta sobre cuál es el impacto que han tenido (y podrían tener) sobre el mundo que nos rodea. Y, sobre todo, se pregunta por cómo podríamos paliar los efectos más negativos. 

Se trata de conocer el impacto de estas infraestructuras en los ecosistemas salvajes, lo que abarca desde los atropellos de animales en las carreteras rurales al efecto que los materiales de construcción pueden tener sobre las reservas de agua. El objetivo es detectar los inconvenientes que estas infraestructuras puedan generar en estos entornos para tratar de corregirlos a través de la creatividad y la búsqueda de soluciones innovadoras.

La carretera de Schrödinger

Los efectos de las infraestructuras humanas adoptan múltiples formas. Son, un poco, como esa paradoja cuántica que afirma que lo observado se ve influido irremediablemente por la presencia del observador. La mera presencia física de una carretera tendrá unas consecuencias determinadas sobre el entorno que la rodea. Influirá, por ejemplo, en la hidrología del lugar, desviando flujos de agua por la depresión de las cunetas o alterando el curso de los arroyos que atraviese en su camino. Podría, también, separar en dos el hábitat natural de algunos animales o provocar la introducción de alguna especie invasora en un ecosistema que no está preparado para ello.

Como cualquier elemento externo, las infraestructuras humanas (incluidas las carreteras) tienen efectos sobre los equilibrios medioambientales. No se trata de un fenómeno moderno. La Via Cassia, construida en el 100 a.C. por los romanos a través de la región de Etruria desde Roma, ya desprendía sedimentos a las aguas del Lago di Monterosi poco después de ser finalizada.

Ecología de carreteras

Afortunadamente, el estudio de la ecología de carreteras también podría servir para identificar soluciones a los contras que pueden conllevar las infraestructuras. Saber cuál es el impacto que una carretera tiene sobre lo que está a su alrededor permite mitigar sus efectos.

Así, la información que se puede obtener de las carreteras cuando se estudian desde el prisma de la ecología de carreteras puede servir para decidir acerca de uno de los factores que más condicionan su impacto: su ubicación. A través del estudio de la geografía, la hidrografía y la presencia vegetal y animal, es posible buscar localizaciones que minimicen el impacto medioambiental de una carretera.

Al mismo tiempo, la misma construcción de carreteras puede utilizarse para proteger los ecosistemas que la rodean. Es la idea que sujeta la construcción de pasos a nivel para animales o insectos. Una noción que ya se ha puesto en práctica en algunas ocasiones. Es el caso de la reserva natural Long Point en Canadá. Una carretera que atraviesa Long Point, situada junto al lago Eerie, ocupó durante años uno de los primeros puestos en el ranking de carreteras más peligrosas para las tortugas. Ante la elevada mortalidad, las autoridades de la región prepararon un plan que incluía la construcción de túneles en miniatura para las tortugas y los animales pequeños, así como un sistema de vallado que las mantuviese fuera de tramos enteros de carretera. Consiguieron reducir el número de tortugas que entraban en la carretera en un 89%. 

Otro de los ejemplos de éxito de intervención en una carretera para reducir la mortalidad de una especie animal se puede encontrar en Sudáfrica. Allí, en las carreteras del parque nacional Kruger, registraban una elevadísima mortalidad entre los sapos de la especie Leopardo Occidental. A la vista del problema, decidieron implementar un sistema que permitía que los conductores documentasen los accidentes de carretera con animales implicados. Con esta información, las autoridades identificaron aquellos puntos en los que la mortalidad de los anfibios era más elevada y pudieron cercarlos de forma que los sapos no pudieran pasar. El resultado ha sido un considerable descenso del número de sapos que acaban sus días bajo los neumáticos.

Otro ejemplo que aúna la búsqueda de mayor seguridad para los animales en torno a las carreteras con la protección de sus ecosistemas son los puentes verdes. Este tipo de infraestructuras extienden la vegetación autóctona por el propio puente e integran las construcciones humanas en el ecosistema que las rodea. El caso del ecoducto Groene Woud en Holanda. Este puente, además de vegetación, incorpora a su diseño una serie de lagunas en sus alrededores que sirven de sustento a las especies anfibias de la zona.

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