Escribe: Alberto García

No son pocas las películas que tienen a un vehículo como protagonista. Desde las famosas road movies, en las que los personajes dependen de ese trayecto sobre ruedas que marca la trama y enreda sus aventuras, hasta las que anteponen la prominencia del automóvil a cualquier rostro humano.

Aquí hay que hacer una parada y mencionar dos ejemplos sagrados: Duel (de 1971, estrenada en España como El diablo sobre ruedas) y El salario del miedo, de 1953. La primera fue una producción de un primerizo Steven Spielberg para televisión. Quedó como un thriller de culto. La segunda es una de las cumbres del director francés H. G. Clouzot, habitual en el terreno del suspense.

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La hazaña que han de llevar a cabo los trabajadores del filme consiste en transportar una carga de dinamita por un camino plagado de imprevistos. Cualquier contratiempo pone en riesgo la vida de unos conductores que –como reza el título– recibirán un cuantioso salario si llegan a puerto.

Trasladado este relato a nuestro país, podríamos pensar cómo funciona este tipo de actividades. Y llegamos a la conclusión de que ninguna de las dos películas se acercaría a la realidad: aquí, la normativa es clara con el tipo de carga y las condiciones en que deben llevarse.

La distinción empieza por estipular si es por carretera o ferrocarril y por distinguir elementos del remolque, así como si se trata de un recorrido nacional o internacional en el que entran acuerdos multilaterales.

En este caso, la última disposición, de 2017, subraya –entre otras cosas– que “los gases podrán ser transportados en depósitos o botellas de combustible fijas, directamente conectadas al motor o al equipo auxiliar, o en recipientes a presión transportables que sean conformes a las disposiciones reglamentariamente apropiadas”.

Anchura, altura, peso o tipo de remolque están auspiciados por las determinaciones legales del Ministerio de Fomento, que también fijan el límite de velocidad (10 km/h menos que el resto de circulación) o los paneles para indicarlo. Dejemos que la ficción, en este caso, sí supere a la realidad.

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