Si en algún terreno se demuestra la necesidad de la idea del respeto es en la carretera. Los pactos entre ciudadanos sirven para construir espacios comunes en los que ninguna voluntad prime sobre otra para convivir en armonía. Los pactos son necesarios en todos los aspectos de la vida, pero en el asfalto se suman circunstancias que los convierten en cuestión de vida o muerte: la velocidad, la cantidad de conducciones diferentes, la desigualdad de seguridad entre coches, peatones, camiones o ciclistas repercuten directamente en la seguridad en la carretera

Sin embargo, es quizá uno de los ámbitos en que menos se respetan las reglas, lo que afecta directamente a la seguridad vial. Y no se respetan porque muchos no las asumen como una garantía común, sino como una imposición, una extravagancia, una muestra de mojigatería de las instituciones que no beneficia a la conducción eficiente. Hay que salir a la carretera a ser parte de una comunidad, no a competir en una guerra de prisas y egos.

Lo sabe bien Alberto Escobar, experto en seguridad vial y gerente de Movilidad y Políticas Públicas del Automóvil Club de Chile. «Ni el automovilista, ni el motociclista, ni el ciclista, ni el peatón saben convivir armónicamente dentro del espacio público. Impera la ley del más fuerte, una lucha entre David y Goliat», describe.

«En Chile, el 60% de los conductores maneja con sensación de estrés»

En 2013, la FIA nombró a Escobar miembro del Consejo Mundial de Políticas de Movilidad. Fue el primer latinoamericano en incorporarse a este organismo. El acceso de Escobar al Consejo ofrece la oportunidad de mostrar las peculiaridades del continente: «Podemos visibilizar la falta de seguridad en las carreteras y los grandes problemas de movilidad urbana y de siniestralidad. Podemos conocer, analizar y debatir para ver adónde apuntan los países desarrollados; canalizar esa información es un tremendo desafío para nosotros». 

Los datos de Chile que ofrece Escobar descorazonan: el 93% de los conductores ha protagonizado un altercado violento en los últimos tres años; el 60% conduce con sensación de estrés; el 51% ha vivido situaciones de riesgo con ciclistas; y el 47%, con motociclistas. Estadísticas que muestran que todavía queda mucho por recorrer en el ámbito de la seguridad vial.

El experto ha llegado a hablar de “analfabetismo vial”. «Muchos chilenos, ante el volante, no tienen una cultura general de convivencia; presentan conductas arrogantes, olvidan que existen peatones y otros conductores. Independientemente del vehículo que conduzcan, asumen que su automóvil es una armadura con la que se puede agredir». 

«El reto de combatir el analfabetismo vial y mejorar la seguridad en carretera»

Escobar no habla de descuidos, sino de negligencia activa: «Creen que manejan bien y lo hacen notar conduciendo rápido y tomando riesgos. Desafían continuamente las normas. Muestran un perfil agresivo, poco solidario y desafiante». ¿La causa? «Falta de educación y escasa planificación de las autoridades para integrar a todos los actores del sistema vial», opina el experto en conducción eficiente

Los problemas más acuciantes que afectan a la seguridad vial son el exceso de velocidad, las distracciones provocadas por el uso de teléfonos inteligentes o la dejación en el uso del cinturón y las sillas para niños. Además, un 20% de los conductores se muestran dispuestos a conducir bebidos. No debe olvidarse, según el chileno, que tener un carné de conducir «no es un derecho, sino un privilegio».

Uno toma conciencia cuando asimila y comprende el volumen de riesgo que enfrenta en cada arrancada de motor. Las campañas pedagógicas por parte de las instituciones cobran un papel relevante. Aun así, muchos usuarios no asumen su carga de responsabilidad al volante hasta que sufren de cerca las consecuencias de las malas conductas. Es decir, cuando es tarde.

«Los vehículos eléctricos son una alternativa competitiva para el transporte público y privado»

Escobar aboga por la instalación generalizada de radares como prevención y para potenciar la conducción eficiente que mejore la seguridad en la carretera: «Han demostrado internacionalmente ser la medida más efectiva. Es el mejor sistema para disminuir los siniestros viales, especialmente los fatales. Además, tiene el virtuoso efecto de cambiar el comportamiento de los infractores que aún no han dimensionado los peligros de abusar del acelerador». 

Pone de ejemplo países como Francia o España, donde este sistema «ha permitido reducir las cifras de muertos por velocidad en un 50%»; o naciones como Suecia y Australia, donde la mejora alcanza el 60%. 

Escobar ve los coches eléctricos como una oportunidad para implementar un cambio de paradigma y favorecer también una conducción más eficiente. «No emiten gases contaminantes ni generan ruido, son cuatro veces más eficientes; son una alternativa altamente competitiva para el transporte público y privado». 

Y también pueden transformar la actitud respecto la seguridad vial: «Ayudan a cambiar los malos hábitos debido a que tienen una autonomía limitada y requieren una mayor planificación. Se manejan de una manera más inteligente, pues hay que conocer permanentemente las distancias que hay entre destinos». 

El precio obstaculiza la expansión de estos coches. Sin embargo, el problema desaparecerá en poco tiempo: «Su precio está bajando significativamente. En 10 años, la diferencia de coste entre autos eléctricos y convencionales será muy baja», pronostica.

«Los radares tienen el virtuoso efecto de cambiar la conducta de los infractores»

El sueño de futuro de Escobar es un transporte «eléctrico, autónomo, compartido y conectado». El gran reto de las urbes masificadas y gigantescas es diseñar una movilidad y conducción eficiente que mejore la seguridad en la carretera. Escobar no entiende la ciudad inteligente solo como una proeza técnica y ecológica: implica un compromiso de descongestión de la ciudad, la coordinación de las vías y la seguridad. «Una cultura de seguridad vial no se construye de un día para otro, sino que se necesita del esfuerzo y compromiso de todos los sectores de la sociedad», concluye. 

Escribe: Esteban Ordóñez

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