«De nuevo en el camino. No puedo esperar para volver a la carretera. La vida que amo es hacer música con mis amigos y no puedo esperar para volver a la carretera… De nuevo en el camino. Ir a lugares en los que nunca he estado, viendo cosas que tal vez nunca vuelva a ver y no puedo esperar para volver a la carretera», cantaba Willie Nelson en esa obra maestra titulada On the road again.

 

Arranquemos el coche, pongamos buena música y disfrutemos al volante. ¿Qué tal dejarnos llevar por lugares hermosos y casi desconocidos del viejo continente? Llega el momento de hacer un turismo inspirador sobre ruedas, como plasma el libro de Lonely Planet Las mejores rutas de Europa por carretera. Un periplo de creadores nómadas de norte a sur y de este a oeste… Que empiece el viaje.

 

 

Kirkjufell
Kirkjufell

Sin perder el norte en Europa: paisajes memorables al oeste de Islandia

Vayamos con la primera hoja de ruta. Situémonos en el legendario oeste de Islandia, con salida desde Reikiavik y llegada a Stykkishólmur. Un trayecto de 200 kilómetros trufado de leyendas de vikingos, exploradores, trols, hechiceros e incluso monstruos. 

Cuenta el escritor y fotógrafo Alexander Howard que, al dejar atrás la capital, la periferia «cede el paso a campos pedregosos enmarcados por las montañas en la distancia». Entonces, la carretera se estrecha, «flanqueada por pastos» y la dirección hacia el norte orilla «fiordos y bahías», adentrándose en el túnel de Hvalfjördur. La primera parada en Borgarnes, donde el gran museo etnográfico —Settlement Centre— explica el descubrimiento de Islandia. Sigue la conducción hacia Arnarstapi, pueblecito de pescadores en los acantilados y escenario de una saga muy popular allí sobre un ser mitad humano, mitad guardián de la región. 

Pero el camino continúa por los márgenes de la península de Snaefellness, donde se erigen campos de lava y conos volcánicos que fueron fuente de inspiración para el Viaje al centro de la Tierra (1864) de Julio Verne. La aventura avanza ahora por Hellinssandur y el paisaje regala Kirkjufell, el pico con aspecto de flecha que se ha hecho célebre por Juego de tronos. La meta asoma en Grundarfjördur, enclave encajado entre montañas y agua, antes del campo de lava Berserkjahraun y el final perfecto para en Stykkishólmur, «aldea de pescadores en un espolón al norte de la península», apunta Alexander Howard. Quién sabe. Igual hay quien sigue sus pasos, agradecido ante este espectáculo visual.

Berat
Berat

Por el Sur de Europa: Albania da mucho de sí y quizá no lo sabes

El escritor Oliver Smith cuenta cómo la costa Adriática resulta un imán para el turismo. Pero no suele ser por Albania, acaso la gran olvidada. De modo que brinda una ruta semidesconocida de 580 kilómetros desde Butrinto hasta Theth, es decir, desde la frontera con Grecia hasta el norte, de punta a punta, con el mar a nuestra vera. 

Encendemos, pues, el motor «a la sombra de robles y fresnos» con «piedras colocadas aquí hace siglos por albañiles griegos, romanos y bizantinos», indica. Y subimos por el mapa donde el asfalto se torna brusco y sinuoso entre los acantilados. Mención especial —y mucha atención al volante—, porque el índice de seguridad vial en Albania es de los peores del continente. No se trata de un viaje cómodo, desde luego, pero impresiona cada estampa. «Quien se atreva a apartar los ojos de la carretera», comenta Oliver Smith, «podrá ver castillos en ruinas coronando los montes, monasterios ortodoxos vigilando las mareas, aldeas de etnia griega como Himara y un emocionante y misterioso búnker nuclear de la Guerra Fría». 

El zigzag constante lleva a la Riviera y, después, ya entre valles, hasta Berat, icónica ciudad albanesa que «parece estar más cerca del Bósforo que del Adriático». Y entonces, si arrancamos de nuevo en dirección Tirana, la capital, el itinerario da un respiro por autopista. Disfrutemos del cruce de culturas —con parada en Kruja— y de las vistas del lago Shkadra antes de reemprender la marcha. «Shkadra sería un colofón perfecto a una ruta por Albania si no fuera por los Montes Malditos que me tientan», confiesa Oliver Smith. Se trata de los picos más altos de la península balcánica, el trecho final hacia Theth que no resulta apto para cardiacos: «Muchos viajeros visitan los montes en autobús porque la carretera de Shkadra al pueblo de montaña de Theth es aterradora y retorcida. Aquel que se sienta en paz con el Creador (y con su compañía de seguros) puede ir en su propio automóvil, planeando sobre bosques umbríos y por encima de las águilas».

¿No habíamos prometido caminos insólitos e inspiradores de Europa?

Europa del Este: rumbo a la Ruta 59 de Eslovaquia.

«La Ruta 59 (la E77) empieza con un ovni y culmina en una guarida de vampiro. No es el clásico itinerario, pero es que esto es Eslovaquia«, escribe Anita Isalska en Lonely Planet. Por delante, 90 kilómetros desde Banská Bystrica hasta Castillo de Orava. Una región, señala, ciertamente «gratificante para explorar en coche». 

Desde el punto de partida, donde se encuentra el Museo SNP que cuenta la historia patria, nos movemos hacia las montañas, cruzando dos parques nacionales espléndidos: el de Vel’Ká Fatra, al oeste, con sus manantiales, y el de Nizke Tatry, al oeste, con hayas y arces. Sí, quizá el motor del vehículo se quejará un poco ascendiendo a Vlkolinec, pueblecito de cuento con figuras de madera que representan la vida rural entre coloridas viviendas. Secretos de la Ruta 59 de Eslovaquia, que baila entre colinas y robles por Ružomberok y Dolný Kubín. Una conducción inolvidable que termina, según esta aventura de Anita Isalska, en el Castillo de Orava, situado en Oravský Podzámok y cuyas torres góticas asoman por encima del asfalto en un peñasco tan frondoso como rocoso. El enclave donde se rodó parte de Nosferatu (1922), el vampiro de la obra maestra del cine expresionista de Murnau. ¡Qué mejor colofón!

Andermatt
Andermatt

Europa del oeste y el cinematográfico puerto de Furka en Suiza

Valga la licencia para organizar planes viajeros sobre ruedas, esta hoja de ruta comienza en Fiesch y acaba en Andermatt. Son 62 kilómetros trepidantes por Suiza, al más puro estilo James Bond, por el cinematográfico puerto Furka, de 2.453 metros de altitud. Aquí, en estos lares, recuerda el autor Craig McLachlan, «Sean Connery en modo 007 y su Aston Martin DB5 cruzaron raudos este puerto realmente épico». Un recorrido alpino de curvas inverosímiles con precipicios a los lados que dejarán una huella indeleble en la retina. Así que desde Fiesch el camino avanza hasta Oberwald, «portal occidental para el tren de automóviles que atraviesa los 15,4 km del túnel de la base del Furka», explica el ilustre guía de esta aventura —una de tantas— en el libro Las mejores rutas de Europa por carretera. Allí la calzada se eleva hasta Furkastrasse y el valle se estrecha al cruzar el Ródano hacia la aldea de Gletsch, a casi 2.000 metros. «Hace 400 años el glaciar del Ródano bajaba hasta Gletsch, pero en los últimos siglos ha retrocedido 2,5 km y hoy desde el mirador solo se puede ver un poco de hielo», describe Craig McLachlan. Llegado este punto —y con mucha precaución— los giros del asfalto en forma de herradura llevan a la cima siempre y cuando la nieve lo permita. Entonces, tras un zigzag descendente de los que invitan a revisar al detalle el mantenimiento del automóvil, cruzamos Tiefenbach y Andermatt; nuestro destino espera impaciente tras haber surcado la llamada «James Bond-Strasse». Porque la película, como el espectáculo, siempre debe continuar y los paisajes de postal habrán valido el esfuerzo y la concentración del valiente conductor o la intrépida conductora por tierras suizas.

 

En fin, estas rutas son solo algunas sugerencias al norte, sur, este y oeste de Europa. «On the road again», cantaba Willie Nelson… «Ir a lugares en los que nunca he estado, viendo cosas que tal vez nunca vuelva a ver y no puedo esperar para volver a la carretera».

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