Según recoge la aplicación The Himalayan Database, 8.306 personas han coronado el Everest. Este recuento incluye desde la primera ascensión documentada, allá por 1953, hasta los últimos logros en masa. El monte Everest, la llamada Cima del Mundo, se ha convertido desde hace unos años en un reclamo universal. No solo para montañeros profesionales, sino también  para aficionados y aventureros de todo tipo. Cada vez hay más gente que se acerca a este rincón asiático para cumplir el sueño de pisar la montaña más alta del mundo, con 8.848 metros de altitud. Y ese anhelo de superación no está exento de imprevistos: al abrigo de la fama del Everest ha proliferado el número de muertes y heridos, la cantidad de basura en tal escenario natural y la constitución de un negocio próspero. 

Semejante situación también ha dado pie a otro fenómeno común en este tipo de circunstancias: el engaño. Las autoridades de Nepal —principal ruta hasta el pico de la cordillera del Himalaya (Mahalangur Himal), que linda con este país asiático y China— han dotado de satélites y GPS a varios montañeros para demostrar la hazaña. Así, aseguraron, estarán más seguros ante cualquier adversidad y darán fe de que han llegado hasta la cima del Everest. “Se tarda unos 20 días y ya hay localizadores, aunque se puede hacer con sherpas (habitantes de esas zonas montañosas) llevándote todo y sin verificar”, señala Alejandro Gómez Juárez. Este ingeniero de 35 años viajó hace unos veranos para caminar hasta la base del Annapurna, otro de los ochomiles del Himalaya. Los requisitos para demostrar la gesta son una foto en la cima del Everest y el testimonio de un sherpa. Ambas condiciones fácilmente maleables porque, como dice uno de los artículos sobre esta medida, “a 8.000 metros no hay cámaras ni árbitros”. Contra eso, tecnología y buena fe.  

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