Glorietas y rotondas surgieron como solución para facilitar el tráfico en las intersecciones. Su misión: lograr que este fuese más seguro y fluido.

 

Aunque no siempre lo consiguen. Las imprudencias o la no señalización de algunos conductores a la hora de salir o cambiar de carril convierten a algunas de ellas en focos de accidentes, la mayoría de pequeño alcance, eso sí.

 

Tampoco en materia de fluidez son 100% efectivas. Las rotondas en las que confluyen varias vías con tráfico intenso son las que más se resienten en este aspecto, generando en ocasiones grandes atascos en ciertas calles o carreteras de entrada.

 

En algunas de ellas, la opción de ampliar el número de carriles funciona. Aunque esto no siempre es posible por la limitación de espacio o por razones medioambientales, presupuestarias o de otra naturaleza.

 

Por ello, un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia se propuso encontrar una alternativa para solucionar este problema mediante la tecnología. En concreto, se trata de aplicar en las rotondas el sistema de transporte Ramp Meter, que se emplea desde hace años para el control del tráfico en algunas carreteras de Australia y de Estados Unidos.

 

Mariló Martín-Gasulla, una de las principales responsables de la investigación, nos cuenta en qué consiste: “Se trata de un sistema inteligente que tiene dos componentes principales: el detector (embebido en el asfalto) y el semáforo. El detector se coloca en los accesos (denominados accesos controlados) donde la demanda es mayor y hay problemas de congestión. El semáforo, por su parte, debe colocarse en una entrada cuyo tráfico causa añadidos problemas al acceso con mayor demanda (llamado acceso dosificado)”.

 

Ambos componentes están conectados. “En cuanto el detector (según su configuración) determina que la longitud de la cola o el tiempo de espera de los vehículos en el acceso principal supera un cierto umbral, se manda una señal al semáforo y este se pone en rojo por un tiempo limitado”.

 

De esta forma, como en el acceso controlado se limita el paso de vehículos, la conducción gana en fluidez.

 

“Además, como el semáforo permanece poco tiempo en rojo (y con una frecuencia limitada también), no se perjudica demasiado al acceso dosificado y, finalmente, la rotonda, en su totalidad, mejora su nivel de servicio”, apostilla  Martín-Gasulla.

 

La investigadora asegura que con este tipo de sistema las demoras para entrar en las rotondas podrían reducirse hasta en un 60%. Un dato extraído de un exhaustivo estudio en el que se utilizó un potente simulador microscópico de tráfico (el PTV Vissim) con el que se calibraron al detalle un elevado número de variables sobre el comportamiento del conductor y la geometría de la intersección.

 

“Además, en el estudio se aporta a los ingenieros de tráfico una predicción de la mejoría que se alcanzaría si se implementara el sistema en cualquier rotonda con un carril por acceso. Esto no ha sido aportado por ninguna otra investigación hasta la fecha”, añade.

 

Centros comerciales cuyos accesos suelen sufrir aglomeraciones de tráfico puntuales, son, según Martín-Gasulla, los que hasta la fecha han mostrado más interés por este sistema. “Sin embargo, puesto que se necesita realizar un mínimo estudio de tráfico para implementar el sistema correcto para cada rotonda en cuestión, tras indicar esta información, no he recibido respuesta”, se lamenta.

 

Sin dicho estudio específico de la rotonda en cuestión, añade, el sistema no podría alcanzar su máximo rendimiento: “Es más, si no se identifican correctamente los accesos que hay que dosificar y controlar, o no se implementan las frecuencias y tiempos máximos y mínimos de verde correctamente, el sistema puede ser inútil o hasta empeorar el nivel de servicio de la glorieta”. 

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