Andamos ávidos de buenas noticias. La pandemia del coronavirus da poco margen al optimismo, pero en las últimas semanas, las medidas de confinamiento tomadas en numerosas partes del planeta han propiciado, al menos, una alentadora consecuencia: Se reduce la contaminación en muchos países del mundo.

 

La región China de Wuhan, donde se registraron los primeros casos de la enfermedad, fue la primera en apostar por la cuarentena para frenar la expansión del virus. Durante las primeras semanas de restricciones a la movilidad, una foto de la NASA evidenciaba la estrepitosa caída de los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2), un gas generado por la quema de combustible relacionado con el tráfico y las plantas de fabricación, principalmente.

 

Data source: Tropospheric Monitoring Instrument (TROPOMI) on ESA’s Sentinel-5 satellite
Image credit: Josh Stevens / NASA Earth Observatory

Los niveles de NO2 se veían reducidos también en otros puntos del país. La caída coincidía no solo con el periodo de confinamiento decretado en Wuhan y seguido en otros lugares de China, sino también con la fecha en la que en el país, así como en otros lugares de Asia, se celebra el Año Nuevo Lunar. No obstante, aunque todos los años por esta época los niveles de NO2 se ven reducidos precisamente por esta circunstancia, la bajada experimentada este año es especialmente significativa.

 

A mediados de marzo, era la Agencia Espacial Europea la que hacía públicas las imágenes de satélite con las que ha rastreado la contaminación en el norte de Italia entre enero y marzo de este año, coincidiendo con buena parte del periodo de cuarentena decretado por el gobierno de Conte. Al igual que lo ocurrido en China, los niveles de NO2 en el país transalpino cayeron de forma evidente comparados con los registrados en años anteriores en esa misma época del año. 

 

En España, los datos del Ministerio para la Transición Ecológica evidencian una caída de los niveles de dióxido de nitrógeno en Madrid y Barcelona del 68% y 65%, respectivamente, entre el 21 y el 27 de marzo, respecto a los niveles registrados la semana anterior. Según Ecologistas en Acción, la reducción de NO2 rondaría el 64% en toda España. Datos que casan con la caída del tráfico rodado en España, cuya media durante estos días ronda el 60% con respecto al mismo periodo de ejercicios anteriores. 

 

Aunque desde Greenpeace añaden que esta rebaja de los índices de contaminación habría estado también favorecida por la presencia de la DANA, periodo de inestabilidad meteorológica que nos acompañó durante los primeros días de confinamiento en gran parte del territorio español.

 

Las medidas que restringen la movilidad de personas y vehículos siguen extendiéndose cada vez por más rincones del planeta. Y en todos ellos, las consecuencias se dejan ver en sus niveles de contaminación. En Buenos Aires, donde el confinamiento comenzó el pasado 20 de marzo, las mediciones realizadas en las estaciones de control atmosférico de la ciudad en los últimos días indican que los valores han disminuido hasta un 50% en relación al mismo período de 2019.

 

Es obvio que la cuarentena ha cambiado las ciudades. Y no solo en cuanto a la calidad del aire se refiere. Sus calles y rincones parecen distintos sin personas ni vehículos.

 

Las imágenes de Venecia en las que, por primera vez en muchos años, es posible apreciar el fondo de sus canales se han hecho también virales estos días. Lo mismo ocurre con las fotos de animales salvajes y poco frecuentes en el centro de las ciudades, campando a sus anchas por las calles, aprovechando la ausencia de coches y peatones. Los ciervos de la ciudad japonesa de Nara, los jabalíes de Barcelona o los pavos reales de Madrid son solo algunos ejemplos de esta curiosa circunstancia. También la fisionomía y el día a día de las carreteras ha cambiado. En las últimas semanas, son los transportistas, encargados de abastecer a las ciudades, prácticamente los únicos usuarios de la red de carreteras.

 

Pero ¿qué ocurrirá cuando todo vuelva a la normalidad? Analistas como Lauri Myllyvirta, del Centro de Investigación de Energía y Aire Limpio de Helsinki, no se muestran demasiado optimistas al respecto. En una entrevista para Business Insider, Myllyvirta reconoce ver cierto paralelismo con lo ocurrido tras la crisis financiera de 2008, sobre todo en China, momento en el que también se registró una importante disminución de las partículas contaminantes en varias regiones del país debido al parón industrial. 

 

En su opinión, los intentos del gobierno chino por acercarse lo máximo posible a los objetivos económicos marcados para 2020 una vez superada la pandemia provocarán un aumento de los niveles de producción, lo que repercutirá, sin duda, en un incremento de los niveles de polución, tal y como ocurrió hace una década. 

A esto hay que sumar la (más que probablemente) progresiva recuperación del tráfico tanto en ciudad como en carretera una vez acabado el periodo de cuarentena. A medida que los transportes públicos y privados vuelvan a la normalidad, los niveles de NO2 procedentes del tráfico rodado volverán a recuperarse. La mejora medioambiental podría quedarse en mera anécdota de no aprovechar el contexto actual para reflexionar acerca de la movilidad. ¿Seremos capaces de hacer un uso más racional y sostenible del automóvil a partir de esta experiencia? ¿Sabremos, si no mantener los actuales, al menos evitar que la calidad del aire se desplome a los niveles de contaminación anteriores a la crisis del COVID-19? 

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