Lo de apellidar al turismo es una práctica habitual. En las últimas décadas, la industria no solo ha crecido de forma cuantitativa; también se ha especializado para amoldarse a los gustos de cada viajero. Muchos de estos eligen el tipo de vacaciones que quieren disfrutar en su destino dependiendo de sus aficiones o de las razones por las que les interesa conocer una zona en concreto. De ahí que hablemos de turismo gastronómico, cultural, enológico, deportivo, de naturaleza…

 

Aunque, a veces, sin proponérnoslo, nuestras vacaciones se convierten de repente en temáticas. Ocurre, por ejemplo, cuando conducimos por una carretera por la que no habíamos transitado antes y nos vamos encontrando con los carteles que indican los nombres de los pueblos que atravesamos o bordeamos durante nuestro trayecto. Algunos tan estrambóticos que solo por eso nos merece la pena pararnos a conocer el lugar e intentar averiguar el porqué de su curiosa denominación.

 

Por que, ¿quién no se ha preguntado, por ejemplo, de dónde viene el nombre de Guarromán al atravesar el puerto de Despeñaperros (y de paso, también, de dónde viene el siniestro nombre del propio desfiladero y del parque nacional en el que está ubicado)?

 

Lo de encontrar pueblos y ciudades con nombres raros e inmortalizar el momento haciéndonos una foto en el cartel de entrada a la localidad es algo que muchos, confesemos, hemos hecho alguna vez. Hay quien incluso en sus álbumes acumula decenas de instantáneas de ese tipo. ¿Podríamos hablar de ellos como unos amantes del turismo toponímico?

 

Ocurrencias lingüísticas aparte, para los que gustan de toparse con pueblos y ciudades con nombres extravagantes, aquí va una pequeña lista con algunas sugerencias: 

 

El pueblo con el nombre más corto. Se llama Ea, está en Vizcaya y ostenta este título, pero solo dentro de la península Ibérica. Y es que otras localidades, como la francesa Y, o las más de siete noruegas y una sueca denominadas Å pueden presumir de nombres aún más breves.

 

El pueblo con el nombre más largo. Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch. Aunque la hilera de letras que antecede a estas palabras parezca la consecuencia de haber dejado a un bebé al mando del teclado durante unos segundos, en realidad de lo que se trata es del nombre del pueblo galés con el nombre más raro (y difícil de pronunciar) del mundo. En total, 58 letras que vienen a significar algo así como “Iglesia de Santa María en el hueco del avellano blanco cerca de un torbellino rápido y la iglesia de San Tisilio cerca de la gruta roja”.

 

Salsipuedes. Este pueblo chileno no puede decir más de él en una sola palabra. Su denominación hace referencia a las dificultades de acceder o abandonar el pueblo, para lo cual, hasta hace apenas unos años, solo contaban con una pequeña pasarela peatonal que atravesaba el río Claro. Entrar o salir del pueblo con un vehículo era una misión imposible.

 

Batman. El superhéroe de DC era natural de Gotham y, sin embargo, dispone de una ciudad con su nombre. Está en Turquía y, además de por su denominación, es conocida por ser una de las principales áreas petroleras del país.

 

Nombres para abrir el apetito. Melón (Orense), El Ajo (Ávila), Cebolla (Toledo), Aceituna (Cáceres), Pepino (Toledo), Les Avellanes (Lleida)… España está repleta de pueblos con nombres de productos de la huerta.

 

 

Los ‘censurables’. Fucking, en Austria, Villapene, en España o Vagina, en Rusia, son de esos lugares a los que a algunos les cuesta referirse sin ruborizarse o sin que se les escape una ligera sonrisa. 

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