Es casi un ritual. Hacer las maletas, comprar los snacks, cargar el coche y enfilar la carretera. Hacer un viaje por autopista es, además, toda una experiencia. No en vano ha servido de inspiración a artistas y creadores casi desde que el mundo es mundo, o por lo menos, desde que hay carreteras por las que viajar.

La carretera como inspiración

Por supuesto, la relación entre el arte y las carreteras se puede descomponer en casi cada uno de los elementos que pueden servir de inspiración. Está el trayecto que cambia la vida, como el roadtrip que se marcan don Alonso Quijano y Sancho Panza a lo largo de la geografía española en El Quijote, o los coches animados de la película Cars, o el destino estrambótico que buscan Johnny Depp y Benicio del Toro en Miedo y asco en Las Vegas. Casi todos los elementos que rodean la experiencia en la autopista pueden, en un momento dado, protagonizar una obra de arte.

Carreteras

En la novela de Cormac McCarthy (y en la película basada en el libro) La carretera, la historia utiliza a esta como un protagonista más en un estudio de personajes dentro de un escenario distópico. Por su parte, el fotógrafo americano (y ex road manager de los Beatles) Ed Freeman ha creado toda una serie inspirada en los edificios abandonados que se ha encontrado a lo largo de la famosísima Route 66 de Estados Unidos. La propia ruta se ha convertido, así, en el hilo conductor de su obra fotográfica.

Coches

El coche toma un protagonismo especial en la película de Quentin Tarantino Death Proof, en la que un ex doble de acción de cine adapta su propio vehículo con propósitos funestos. 

Los coches (especialmente los antiguos) son una constante fuente de inspiración para muchos de los movimientos fotográficos actuales que tienen lugar en Instagram. A través de hashtags como #classicarlover o #vintagecarsdaily, los aficionados a la fotografía y a los coches han encontrado una plataforma en la que compartir sus fotos con una comunidad dispuesta a aclamar los ángulos a ras de suelo y los interiores en cuero y madera.

Viajes

Quién puede olvidarse de la película de Pequeña Miss Sunshine, en la que una familia disfuncional recorría los Estados Unidos de camino a un certamen de belleza para que su hija pequeña participase. O de los innumerables trayectos entre costa y costa de los integrantes de la generación beat de la novela On the Road, de Jack Kerouak.

La carretera como vehículo de expresión

El arte urbano, además de las paredes, el mobiliario callejero y los vagones de metro, siempre ha tenido una debilidad especial por las carreteras. Desde las pinturas en 3D de Joe Hill, que te hacen asomarte desde lo alto a una catarata vertiginosa en mitad del pavimento, a las composiciones geométricas del artista alemán 1001 que llegaron a decorar una autopista abandonada en París, o las intervenciones sobre el paisaje propias del conocido como Land Art, el arte sobre carreteras que demuestra que incluso las autovías pueden servir de lienzo.

Las carreteras en el arte contemporáneo

Hoy en día, las autopistas siguen inspirando a artistas. Es el caso de la muestra Habitáculos y testigos, que el año pasado se presentó en la Feria de Artes Contemporáneas Bellas Artes FACBA 21, en Granada, en la que el artista Timsam Harding ponía el foco en las autovías.

Para Harding, las autovías son «lugares de interconexión en los que la velocidad y el tiempo actúan sobre la propia percepción del gesto de conducir» y en las que transitamos a bordo del coche, «ese habitáculo desde el que se percibe el paisaje que sucede en el exterior».

En la muestra, el artista malagueño se basaba en las percepciones que los trayectos por autovía producen en los viajeros y en la manera en la que nos relacionamos con las propias autovías y sus elementos. 

A bordo de un vehículo que discurre por una autovía, “nos convertimos en observadores pasivos y, por lo tanto, cómodos, por lo que nuestro sentido de la realidad, desde este gesto íntimo y aislado de la conducción, se torna abstracto”. 

Y según nuestra percepción, la autovía se transforma. “La carretera es percibida como un no lugar, un trayecto de tránsito, en el que el vehículo se entiende como una herramienta con la que plantear juegos de análisis, internos y externos, de la sensación de la conducción y del entorno recortado por el cuadro de la ventanilla”.

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